Mudanza en tiempos de Covid: 5 razones para trasladarse de la gran urbe

La pandemia nos invita a mudarnos de la ciudad

La pandemia de covid-19 que asola el planeta desde marzo del 2020 parece haber imprimido un giro diametral a gran parte de la vida que conocíamos hasta ahora.

El confinamiento, la lejanía forzosa de allegados y amigos, el miedo cerval al contagio, la incertidumbre, la recesión económica y la frustración generada por el lastimoso contexto han traído una plétora de cambios, entre ellos, un cambio de residencia para muchos, ¿afortunados?

A tenor del último informe de movilidad llevado a cabo recientemente por Google, las mudanzas de hogar han aumentado un 22% en nuestro país en los últimos meses. A su vez, Idealista, uno de los principales portales inmobiliarios patrios, apunta a que el interés por viviendas (especialmente unifamiliares) en localidades menores de 5.000 habitantes ha repuntado fuertemente, según indican los datos de su buscador:

Incremento del 13.2 % y 14,8% respectivamente en junio y en noviembre del 2020 y 10.1% en enero del 2021 en las búsquedas de su sitio web. Umm. Algo está pasando. Se nos antoja un número no desdeñable de urbanícolas están considerando volver al pueblo. O tener uno, vamos.

Para cambiar de casa, localidad y vida, muchas personas han optado por contratar servicios especializados en mudanzas, como Portes Lorenzo, aunque también hay quien escoge hacerlo por su cuenta.

Sea como sea tu mudanza, son varias las motivaciones que han llevado a estos compatriotas a desear mudar de lar durante la emergencia sanitaria:

Razones principales para trasladarse fuera de la ciudad

1) Espacios más amplios

El encierro nos ha obligado a permanecer encerrados entre cuatro paredes más tiempo del deseado, sin poder ver la luz del sol (en muchos casos) o estirar la piernas.

Por otro lado, en abundantes casos, los más acomodados han tenido que reestructurar parte de la casa para dar cabida a una oficina improvisada, un salón de juegos para los niños o un gym.

En otras ocasiones, los menos acomodados, han podido comprobar como sus moradas no han dado más de sí y el salón comedor se ha convertido en espacio polivalente, el baño en gimnasio y el balcón en pista de running…
Por ello, una nutrido grupo de urbanitas ha decidido o está pensando en mudarse a otro lugar que se adapte mejor a su nueva realidad, al percatarse de que los requisitos que habían fundamentado su elección de vivienda, ya no estaba vigentes.

2) Áreas rurales no masificadas

Hasta ahora, vivir en un piso en una ciudad, lo más céntrico posible, si el bosillo acompañaba, era la tendencia dominante en la sociedad.

A consecuencia de la pandemia, y tal vez, también estimulado por una mayor concienciación de que nuevos retos de la humanidad como el cambio climático pueden precipitar aún restricciones mayores, han contribuido a que un porcentaje creciente de gente tenga en el punto de mira trasladarse a zonas más agrestes y menos masificadas, con el objetivo de evitar multitudes, tener menos limitaciones a la movilidad, disfrutar de espacios al aire libre o incluso en aras a cambiar el modelo de consumo y montarse un huerto ecológico y vivir con menos recursos.

De cualquier manera, la nueva “moda” es alejarse de las metrópolis y abrazar la vida «bucólica y pastoril”. ¿Cuánto durará? Iremos observando.

En cualquiera de los casos, una mudanza, que no deja de ser un cambio de vida, es un acontecimiento, a priori, estresante que tiene su “truco” y su dificultad si no se planifica y ejecuta bien.

A ello, además, le tenemos que sumar ahora las limitaciones impuestas por la pandemia que lo hacen todavía más complejo.

3) Recortes presupuestarios

Con la crisis económica causada por la epidemia mundial, un porcentaje notable de la ciudadanía ha perdido el empleo, está en ERTE, ha disminuido la jornada o ha sufrido algún tipo de recorte salarial. Aquellos con una capacidad de adaptarse más amplia (personas solteras, parejas sin hijos o con estos ya criados, teletrabajadores, etc.) se pueden plantear buscar opciones de vida más económicas, volver a sus raíces o empezar un proyecto empresarial en el campo o una pequeña localidad costera.

4) Vida más alternativa

No podemos olvidar a quiénes ya les rondaba en la cabeza o les ha nacido por la situación el anhelo de construir una existencia más tranquila o alternativa en lugares recónditos, más acorde con el ritmo de la naturaleza, fuera de los canales de producción y consumo habituales.

El indudable que residiendo más allá de la urbe las necesidades, igual que el ritmo vital, parecen ralentizarse o atemperarse, con lo cual también es necesario trabajar menos o, al menos, a otra velocidad, para sostenerse.

5) Seguridad ante un futuro incierto

La crisis sanitaria parece ser un bufido del planeta de que algo no va bien. Otros desastres, cada vez más frecuentes, en gran medida vinculados al cambio climático, nos enseñan las fauces, como el tremendo temporal “Filomena” que ha paralizado, una vez, el mundo urbano y que ha demostrado que no por habitar un núcleo populoso, se dispone de más comodidad o seguridad.

Para algunas personas, vivir en un entorno más controlable y donde se pueda potencialmente contar con mayor autosuficiencia (tal vez cultivar tu propia comida; autoabastecerte de energía eléctrica o recibir más solidaridad vecinal), les genera más seguridad en previsión de próximas situaciones de incertidumbre en ciernes.

Si a esto le sumamos la libertad con que crece la prole, la calidad del aire y un mejor contacto con el medio natural, es comprensible que mucha gente se esté planteando huir de la metrópoli.
¿Y a tí, no te gustaría tener tu propio huerto? ¿Unas gallinitas? ¿Despertarte por la mañana escuchando el canto de los pájaros y no el rugir de los motores?¡Que vivan los pueblos!